sábado, 25 de septiembre de 2010
Están del otro lado...
domingo, 12 de septiembre de 2010
Crimen en una noche de tormenta.
Lo cubrí con toallas y embolsé frenéticamente. Sus ojos todavía estaban rojos, y me miraban tan así, tan inculpadores. Traté de actuar rápido y a modo de que todo fuera perfecto: limpié el salpicado rojo de la cerámica y las paredes. No salió del todo, pero ya luego me encargaría de eso... por ahora lo que importaba era sacarlo a él.
Era media hora hasta el depósito de basura más cercano. Recuerdo que en ese lapso de tiempo, toda las mirada de algún peatón casual me incomodaba; las luces de otros coches, y en particular las dos patrullas que pasaron al lado mío en un determinado momento me hicieron sentir que mi plan estaba francamente frustrado, y que no tenía mas remedio ahora que detenerme y entregarme o matarlos allí mismo también. Y no es que diga esto por que soy alguien que mate a sangre fría y esté acostumbrada a este tipo de hechos: ¡NO! Lo digo por que en momentos tan tensos como esos, y con una atmósfera tan desagradable (seguía lloviendo diabólicamente), la adrenalina es factor determinante en las reacciones que se puedan tener, y yo nunca he sido temerosa de hacer algo malo: nunca lo he sido.
Y allí estaba el tipo, extendido en la basura cuán largo era, y su espalda se alumbraba de vez en cuando por los rayos. No atiné a otra cosa mas que a verlo, y a evocar las martirizantes escenas de hace algunos minutos, en mi casa.
Escribo ahora desde mi “hermético calabozo”. Sí, finalmente, aquí vine a terminar, tras el arco iris negro, tan metálico…
Aquella noche no fue el cierre del capítulo:
Unos vigilantes escucharon mis gritos, y acudieron a inspeccionar. Me encontraron en Shock por la hipotermia, y me desmayé segundos después de haberlos visto. También encontraron el cadáver. Se hicieron las respectivas investigaciones, y como era de suponer si ocurría, no haber limpiado mi casa antes les otorgó las pistas que necesitaban: Se comprobó mi culpabilidad en la muerte de aquél, y no tuvieron más que enviarme a este maldito lugar, donde el tiempo se detiene y el cerebro se reseca con cada grito de sol.
lunes, 6 de septiembre de 2010
Alborada de Deseo.
Aya, donde asoma el amor,
Saldrá mi corazón.
Y tan así, como si cantara,
Entonará un grito de amor…
Esperando aquél sueño, aquel destello
Que deslumbra con su ausencia
El túnel de una alborada de deseo;
Que destella en mi cabeza
Mi alma y mi conciencia...
La inspiración mía. Y la fuerza
Se me pierde en ese lugar que no conozco.
Y tengo toda mi alma gritándote,
Esperándote, sintiéndote...
Con las fuerzas que no tengo.
Esas cadenas que dejé, perdidas, extraviadas
En aquel lugar de desesperación
En el que quedaron moribundas mis lágrimas...
Con las alas caídas, llenas de dolor
....
Ahora me quedo, te espero...
en aquel lugar de mil lamentos..
Donde los diamantes cortan
Y las horas vuelan con los minutos.
Ahora solo resta esa esencia tan sutil...
Que llena todo el corazón.
Este corazón que muere, que tanto te quiere....
Que se pierde,
pero de tu mano seguira...
Hasta que tenga tan altivo
Su último respirar.
ººº
Poema realizado junto a una gran amiga y escritora: Linda Alas.
Mil gracias por escribir con migo Linda, Gracias.
Te quiero mucho. Infinitamente tuyo: Ramón.
=D
viernes, 3 de septiembre de 2010
Monólogo de hielo.
Cuando llueve recuerdo de que existí algún día, de que respiré aromas de los tantos azahares, de que abracé a mi madre, a mi hermano... ¿por qué todo tiene que acabar cuando se empieza a poner mejor? No lo sé, no lo supe, y nunca lo sabré: definitivamente ese es mi destino, aún ahora.
Recuerdo, mientras este cristal se empaña por la bruma, que existió el momento en que reí, que grité, que besé, y que me di gusto pensando las cosas mas absurdas que a alguien se le puedan ocurrir, que caminé en las calles, ignorando los feos rostros de los pérfidos, y admirando la belleza de los que despedían sutilezas de mar con la mirada... era todo tan maravilloso, y por la rutina dejé escapar instantes que ahora deseo con todas las fuerzas que desde aquí me quedan.
Extraño todo lo que fui, extraño las nociones de lo que pude ser. Recuerdo claramente aquella idea de detestar a todo aquel que le incomodara mi forma de actuar y pensar, eran esos “caprichitos” que todos tendemos a procurarnos... no, mas bien dicho, que los demás tienden a procurarnos. Pero en fin: a algunos lo quieren, a otros, poco a nada. Eso no es lo importante.
Solo llegué a detestar una cosa... saber que tendría que estar donde me encuentro ahora: ¡Nunca me gustó esa idea!