De Sueños y Pesadillas
"EN TODO CASO HABÍA UN TÚNEL, OSCURO Y SOLITARIO: EL MÍO"
viernes, 24 de diciembre de 2010
Un disfraz de Navidad
jueves, 16 de diciembre de 2010
Noche con aroma a jazmín.
jueves, 2 de diciembre de 2010
Pinturas y Testamentos
sábado, 27 de noviembre de 2010
Ya no es Cuestión de Colores ni de Fechas.
“Un presidente que siempre esta defendiendo sus posturas y las acciones indebidas tanto propias como las de muchos de sus funcionarios, una asamblea legislativa corrupta, siempre en discordia e incapaz de hacer bien su trabajo, y un sistema judicial cuyo eslogan debería ser la palabra ‘impune’; además, como si fuera poco, una economía que va a pique y no da señales de recuperación a corto o largo plazo, al menos por ahora”
Esto es para muchos lo que significa ser Salvadoreño o Salvadoreña, y es una pena que sea así. La situación socio-política nos mantiene a todos en la cuerda floja, vivimos tiempos en los que nadie puede darse el lujo de distraerse, por que habrán otros esperando el primer tropiezo. La misma sociedad crea el impulso de las conductas anti-morales en los habitantes, y luego los gobernantes se topan con que el remedio de sus proezas no es tan fácil de conseguir.
El Salvador, se supone, es un estado democrático, de derecho, y entre los partidos mas fuertes siempre están reprochándose los accionares, y al fin de cuentas son ellos quienes llevan el rumbo del país. En la actualidad la llegada de un partido de Izquierda al poder ha sido un desenmascaro frente al pueblo. La obviedad en la incapacidad de dirigir, de organizar y sobretodo un gobierno de izquierda que está actuando de forma similar a como lo haría uno de derecha. No digo que sean lo mismo. Jamás van a serlo. Pero en definitiva muchas personas se retractan de haber dado su voto “equivocadamente” al actual gobierno, que habló de sobrado, declaró y prometió sin pos ni son, y el Presidente se refugia en decir que no cederá a presiones de prensa o de otras instituciones, sin embargo, hoy por hoy, es el pueblo quien le demanda cuentas, son sus votantes quienes le exigen explicaciones, son las personas para quienes se supone gobierna. Y no solo él, así también muchos funcionarios, políticos y demás dirigentes que siempre anteponen sus intereses a los del pueblo.
Ahora de igual forma se viene encima la euforia que se vive en la capital. Podemos ver las trifulcas, las agresiones por parte de los cuerpos de seguridad hacia los vendedores desalojados de sus “habituales” puestos de comercio, así también la violencia de estos hacia los primeros. Al fin y al cabo, cada lado está defendiendo su trabajo, su fuente de ingreso, por que nadie se va hacer cargo de darle de comer a la familia, sea del color que sea; nadie va a hacer nada y esa es la realidad.
Lo que el estado ha venido haciendo (hablando generalizadamente) para “tratar de mejorar la condición económica del país” es vender patrimonio, incrementar los precios de la canasta básica para seguir explotando al pueblo trabajador, y al final solo se logra hacer crecer la deuda externa y los índices de pobreza y desempleo. La cosa es un círculo vicioso del que, como se dice popularmente, “está cañón salirse”.
Sin estabilidad económica e inversión, no hay desarrollo social y por ende no habrá plazas de trabajo. Los productos no se dan a la baja como debería suceder, si no lo contrario, mantienen esa tendencia al alza que logra preocupar a los que perciben menores ingresos, y los que deben resignarse a ser explotados por mantener a flote un hogar, etc.
Ya no se trata de izquierda o derecha, ni de rojo, blanco o azul. No debemos quedarnos en eso. Ya es tiempo de que El Salvador tenga un gobierno íntegro y organizado, que se haga cargo del país con sus pobladores y se responsabilice de sus acciones como debe ser.
El mismo fantasma que todos conocíamos era quien se había disfrazado de esperanza. Ahora los votos de la duda se han convertido en los del arrepentimiento.
Es de aclarar que nuestra situación es acumulativa. No data de un año ni de dos o tres, la actualidad que vivimos está dada por todas las acciones del pasado de El Salvador y mientras no exista un gobernante que se limite solo a mirar atrás, en evadir sus responsabilidades y que tenga la capacidad de pensar primero en el pueblo, seguiremos como estamos: coloreados, pagando por seguir vivos, dejando que nos extorsionen y trabajando para boca ajena.
martes, 16 de noviembre de 2010
Reflejo en una Taza de Café
El cielo estaba tan azul como de costumbre. Unos niños corriendo frente a nuestra mesa al aire libre. Y Algunos vendedores ambulantes ofreciendo productos sin conseguir clientela. Todo tan asquerosamente normal como siempre. Todo, excepto por Edgard, mi compañero de mesa y amigo de la infancia. Había estado yo hablándole sobre libros y películas mientras tomábamos una café en uno de esos tantos locales de la plaza, pero de un momento a otro dejó de prestarme atención, y eso me incomodó…
-¡Hey! Edgard… ¿Estás bien? Te noto distraído.
-Umm… sí, estoy bien… - Dijo, saliendo de su trance por algunos segundos, luego, volvió a su alucinación.
-Te noto distraído… -Repetí, como para que esta vez si me respondiera sobre eso.
-Te equivocas. No lo estoy…
-No me has prestado atención a lo que te he dicho. ¿Cómo que no estás?
-¿Solo por que no te presto atención dices que ando en esas…? Para nada. Mi atención está puesta en otra cosa ahora.
Me quede pensativo algunos segundos. Decidí tomar apresuradamente mi bebida negra: así lo hice. Tosí intencionalmente, por que aún entonces Ed seguía comiéndose las uñas, sentado casi sobre su espalda, pero ni con eso atraje su atención. De todas maneras, no era algo de lo que debía preocuparme. Lo conocía desde siempre, y constantemente tenía este tipo de trances, aunque en los últimos días se le habían acentuado. Me levanté para irme, así él podría pensar en toda tranquilidad. Cogí el paletó del respaldo del asiento, y se me escapó de la boca un muy estúpido “Pasa feliz tarde”. Esperé, sin embargo, respuesta de aquél, pero nada. Di vuelta y caminé tres pasos. La voz de Ed me detuvo:
-¿Qué haces? Te dije que mi atención la tiene otra cuestión. No tienes por qué molestarte. Venga. Siéntate y toma tu café, mira que ha salido caro el feo líquido este. –dijo, mientras miraba la taza con indignación.
Supe que eso solo era un corto remordimiento de conciencia, por que si bien el café negro era espantosamente caro, él mismo no había tomado un solo sorbo. Él mismo confirmaba mi idea de que necesitaba concentrarse en asuntos de otra índole, ya que ni siquiera se había dado cuenta de que mi taza estaba vacía; así que decidí excusarme:
-¡Oh, Ed! Te percataste siquiera de que me iba… Descuida hermano. Ocúpate de tus asuntos, que yo entiendo.
-Bueno… Pasa feliz tarde, saluda a Miriam por mí.
Respondí solo con una leve sonrisa. En efecto, antes de llegar a mi casa, debía pasar primero frente a la de él, y su esposa a estas horas merendaba con la vecina lengua larga de la ciudad, entonces tendría que verlas sentadas en el patio delantero. Sentí escalofríos solo de pensar en la fea cara de esa mujer de ojos saltones y voz chillona. Caminé a mi casa sin dar mayor importancia a lo ocurrido con mi amigo; de hecho, decidí imitarlo y me introduje a cavilar en mis asuntos financieros. Llegué a la conclusión de que necesitaba otro empleo. Al pasar frente a la casa de Ed, saludé a Miriam, y, tal como lo imaginado, la bruja esa estaba allí con ella, haciendo los acostumbrados ademanes de exageración, y gritando nombres de los vecinos a los cinco vientos sin un poco de galantería o disimulo. Odié a esa mujer desde el fondo de mi alma.
Pasé una noche formidable. Aquél café negro me había inducido al sueño. El cielo estaba de un nublado poco común para tiempo de verano, pero los matices eran maravillosos. Me sentía revitalizado. Me alisté para salir, y me dirigí a ver a Ed antes de ir al trabajo: quería cerciorarme de que estuviese mejor.
Solo mientras caminaba por la acera, con vagabundos a los tobillos pidiendo monedas, reparé en un detalle de la conversación de un día antes en la plaza. A simple vista, no es algo obvio, pero, el plan de Ed fue bien estructurado: Me ignoró por completo y con la mayor sutileza luego de que él mismo fuese quien me invitara a merendar con café. Definitivamente no tenía ningún sentido, a menos que su intención principal fuera decirme algo que no era de su agrado, o simplemente se aburrió de mí de un momento para otro. Caminé con esa idea en la cabeza, pensando en disculparme, y evitar las conversaciones que involucraran la literatura. Seguí así durante un buen rato. Comenzó a caer una llovizna leve. No le di importancia, de cualquier forma, cerca podía resguardarme. Segundos después vi a Miriam a la distancia, vestida de negro, sollozando, sentada en su acostumbrada silla. Me puse inquieto, pensé que se debería a algún acto inapropiado de Ed hacia ella. Caminé mas apresurado. Y fue ese preciso momento en el que recapacité por completo en una cuestión que parecía común, pero era tan extraña… ¡Cómo pude ser tan despistado? ¡Definitivamente el distraído era yo! Para empezar, me pidió que me quedara, sin embargo, con un tono caído: era obvio que no quería que estuviera allí, pero quería designorarse con sutileza. Nunca me miró a los ojos. No se puso de pié. Pero sobre todo, ¡Me pidió que saludara a su esposa! ¿Acaso no le tomaría solo unos minutos acabar con su bebida y regresar a casa con ella? ¿Por qué me pidió a mí que hiciera tal cosa? Ed en definitiva ya había planeado ese encuentro. Ahora todo parecía mas claro. Ed esperaba a alguien más, o tenía asuntos estrictamente personales que hacer. Ahora parecía todo mas claro. Era por eso que me ignoró, era por eso que estaba distraído.
Volví de mi asombro, y corrí a la casa de mi amigo. La lluvia había llegado a todo su esplendor, pero no me importó el traje. Esta vez necesitaba saber si todo estaba en relativo orden. Los sucesos de la tarde anterior eran inquietantes, dejaban a uno campo para hipótesis y sospechas.
Miriam ya estaba dentro de la casa cuando yo llegué, y junto a ella, en la sala, dos policías barbilampiños, con cara de pánico disimulado. Entré sin permiso, sin saludar, y pregunté a Miriam si todo estaba bien. Ella solo atinaba a llorar. Pedí explicación a uno de los hombres, identificándome como amigo de Edgard:
-Pues el cadáver de su amigo fue encontrado en las afueras de la ciudad hace algunas horas, en la madrugada. Según esta carta –dijo, mientras me mostraba un papel obviamente maltratado, y que me indicó la habían obtenido en el gabán de Ed, cuando lo encontraron muerto en una orilla de la autopista- a él lo estaban esperando la tarde de ayer, se supone que por algunos asuntos de narcotráfico iban a cobrarle algún dinero que debía pagar. Todo apuntaría a que fue homicidio, sin embargo…
Yo me había quedado helado. Dejé de poner atención desde ese punto. Deduje que era suicidio. Me quedé estático, no atinaba a decir nada. No pensé más que en la tarde anterior, mientras él cavilaba recostado en aquella silla. ¿Cómo saber que sería la última vez que lo vería? ¿Cómo saber que si le dejaba iba a morir?
Cuando reaccioné, le dije al policía que no podía tratarse de narcotráfico, yo mismo ya lo sabría de ser así. Me pidieron que me quedara a dar declaraciones. Me negué y corrí muy estúpidamente al famoso local, pensando que con eso lograría algo… ¿El qué? No tenía idea de lo que hacía. Nada. Todo aquello no tenía sentido. ¿Narcotráfico? ¡No!
Allí estaba aquella mesa que habíamos usado, mojándose. Pero ahora no había cielo azul, no había chavales corriendo, no había ambulantes ofreciendo cigarros. Me senté en la silla que él mismo había utilizado, me quedé viendo algún punto ciego en el piso. Solo había agua. Supongo que era una gotera. Me dolía la cabeza, y empecé a sentirme horriblemente mal. Tuve la vaga sensación de que alguien frente a mí me hablaba desubicadamente:
-¡Hey!… ¿Estás bien? Te noto distraído.
Pensé que sería mi imaginación, y nada me importaba en aquél momento, solo ver la maldita gotera en el piso. Entonces contesté:
-Umm… sí, estoy bien…
Algunos segundos después escuché que se levantaba frente a mí. Sorbía frenéticamente el líquido en una taza, y caminaba. Una monstruo dentro de mí me obligó a hablar:
-¿Qué haces? Te dije que mi atención la tiene otra cuestión. No tienes por qué molestarte. Venga. Siéntate y toma tu café…
De repente, todo se puso oscuro… recordaba ese diálogo… Me faltaba el aire; me estaba mojando con agua lluvia, y padecía de Asma severa… empezó la crisis. Tuve miedo, y pareció que Edgard terminó de decir:
-¡Oh! Te percataste siquiera de que me iba… Descuida hermano. Ocúpate de tus asuntos, que yo entiendo…
Y así se fue. Caminando con el Gabán en el hombro. Dejándome morir. Sumergiéndome en la maldita noche eterna. Humillándome. ¡¡¡Desgraciado demonio!!!... Nada más pasó…
Luego solo sentí que mi taza rebalsada me dejó caer el café sobre el pecho...