viernes, 15 de octubre de 2010

Carta I

¡Hola! ¡No te asustes! No te escribo para decirte algo malo, descuida. Quizás estés sorprendida; lo mas probable es que sí. Y es posible que lo que escriba acá sea, en sí, de poca o nada importancia. No puedo esperar a que trascienda, pero para ser sincero, tengo muchas cosas que decir. Espero no te importe que te haya elegido a ti para que leas esto. Aunque si no deseas hacerlo, adelante: deja esto de lado.

¿Sabes? A veces, parecen ser inútiles todos los esfuerzos que hago por “colaborar” con los que están a mi alrededor. ¿Por qué cuando estoy tan animado, deseoso de ayudar, se ocupan de bajarme la moral hasta el punto de hacer que me arrepienta de todo? Te diré que en este año he hecho cosas que me han perjudicado y mucho, todo con tal de ayudar a alguien, de cuidar a alguien que quiero y no he recibido ni la mas mínima muestra de agradecimiento a cambio, si no todo lo contrario: solo traiciones mal venturadas y aprovechamientos. Lo peor es que se molestan si me vuelvo antisocial con ellos. Detesto que exijan de mí, precisamente de mí, cualidades que simplemente idealizan, por que “el otro era así”. Detesto que traten de usarme. Hoy por hoy no distingo si solo estoy molesto o resentido por lo que me ha pasado. De hecho tampoco está en mis planes buscar un culpable, o dos, o tres… me da igual quién haya sido o cuántos hayan sido. Aunque también sé que no toda la culpa es mía.

Tal y como todas las personas, solo trato de ser feliz, aunque siempre me equivoco, siempre cometo la estupidez de querer a quien no debo, y quien sale perjudicado siempre voy a ser yo. Llega un momento en el que dejé de saber que pensar o qué hacer; y es allí donde decido esconderme en el “orgullo”, queriendo demostrar una fortaleza que no existe.

Y pareciera que todos son iguales: el mismo robot con diferente máscara; pareciera perder todo sentido luchar por alguien que no sea uno mismo.

Voy a revelarte algo: yo dejé de creer en “dios”. La Biblia dice que dios es amor, pero la vida me enseñó que el amor es una felicidad masoquista. No me gusta sufrir., por que ya sé lo que es. Y que el tiempo pase y se lleve los recuerdos es demasiado complicado, duele y se siente cuando la esperanza de entre los dedos como si fuesen lágrimas. Es todo a veces tan fatal, tan absurdo. De repente, por las noches, te topas con que caíste en la inmensidad de la desesperanza. Ahora solo me queda aparentar alegría, algo que despiste las críticas de algunos hipócritas que dicen ser “amigos”. ¿Cómo es posible llegar a ser feliz? No tengo idea ¿tu sabes cómo? Si lo sabes, dímelo.

Pasa el tiempo transformado en ideas tan fugaces. Mi túnel se llama desesperanza, y no sé como salirme de él. El tiempo se me acaba, sé que no puedo estar así siempre, pero tampoco sé como ponerle fin. Me cuesta olvidar, me cuesta perdonar, por que la mayoría de personas en las que he llegado a confiar, las que he llegado a querer, me faltan, me dejan haciendo de tonto. A veces he llegado a sentir una tremenda compasión para conmigo. Y sé que la felicidad debe estar cerca, bastará con que logre levantarme…

Bueno. Gracias por atenderme, por tomarte algún tiempo para leer esto. Necesitaba desahogarme con alguien, al fin y al cabo, sigo siendo humano. Necesitaba que alguien, siquiera una sola persona sepa que busco infinitamente la felicidad, y que de ninguna manera me arrepiento de las cosas que me han ocurrido. Te he tomado confianza, y ahora, te dejo esta parte de mí.

Gracias.

1 comentario:

  1. La felicidad se elabora con pequeños momentos que recogemos en el día a día, quítate la venda, seguro que así podrás verlos...

    ¡Un beso!

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