Y allí estaba él, en algún rincón maltrecho de aquella casa, esperando la muerte, respirando el polvillo de una generación que se fue a la basura, recordando vaguedades, felicidades que solo ocurrieron en sueños.
Allí estaba acurrucada una vida, una vida sin principio ni final, unos brazos que se mecían (Tímidos y raquíticos) al son del Boreas. Era un corazón de hollín, maldecido hasta por los santos.
Pero allí estaba él, en algún lugar, brillando en su pérfida vanidad por haber matado a una familia: su familia. ¿Cómo diablos se puede vivir con eso?
Quizás teniendo un rincón donde acurrucarse y esperar la muerte.
Guau Ramon, tenés un talento, escribis muy bien.
ResponderEliminarTambien te sigo y también esperá mis comentarios acá!!
:) Grandioso Carolina... Me alegra que te haya gustado! Felíz vida!
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