Era sábado. Medianoche. Frío y mucha niebla.
Aquella casa era horrible, asustaba solo al verla.
Y me daba pavor solo pensar que debíamos entrar.
Se llegó el momento. Hasta nuestros pasos lloraron,
lo recuerdo. Caminamos hacia la puerta, en silencio.
La tomamos y abrimos al mismo tiempo.
¿Recuerdo haberme estremecido?
... Pero era un duende: horrible y diabólico.
Cuando me volví, estaba solo. Abandonado.
Me acosaba la bruma y el desamparo...
Solo en aquella oscuridad desconocida.
Sólo con el macabro espectro...
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